Los códigos de barras son actualmente la tecnología más utilizada para la identificación de objetos. Sin embargo, presentan ciertas limitaciones, como la escasa cantidad de datos que pueden almacenar y la imposibilidad de actualizarlos una vez codificados. En este contexto, surgió como solución la tecnología RFID, que utiliza chips de silicio para transferir de forma inalámbrica la información almacenada a un lector sin contacto físico. Además, la RFID no requiere una visión directa y permite la lectura simultánea de varios artículos, a diferencia del escaneado de códigos de barras, que se realiza de uno en uno.

En este artículo explicaremos qué son los chips RFID, cómo funcionan y sus principales características.

¿Qué son los chips RFID?

Antes de descubrir cómo funcionan los chips RFID, es importante saber en qué consisten. Se trata de un dispositivo electrónico que puede almacenar datos y transmitirlos de forma inalámbrica cuando recibe alimentación. Los chips RFID están conectados a antenas y, de esa forma, pueden incrustarse en distintos tipos de productos, como etiquetas o tarjetas.

Su función principal es almacenar información sobre un producto o artículo, como el número de serie, la fecha de fabricación o su ubicación, lo que permite identificarlo rápida y eficazmente a distancia sin contacto directo.

¿Cómo funciona un chip RFID?

Para entender cómo funciona un chip RFID, puede pensar en él como un dispositivo que sólo envía información cuando recibe alimentación. Un chip en un dispositivo pasivo, esto ocurre cuando un lector emite una señal de radio que activa el chip a través de su antena. Por otro lado, en un dispositivo activo tiene una batería interna que le permite transmitir datos independientemente de la señal del lector.

Los inlays RFID se componen de tres elementos principales: el chip, la antena y un material base que soporta y conecta estos componentes. El chip almacena información, normalmente un identificador único. La antena RFID permite que el chip se comunique recibiendo y enviando señales de radio. Por último, el lector transmite una señal de radiofrecuencia que activa el chip y recupera sus datos.

Tipos de chips RFID

Los chips RFID pueden clasificarse en función de su frecuencia, fuente de alimentación y capacidad de memoria:

Basados en la frecuencia:

  • Baja frecuencia (LF): Los chips de baja frecuencia, que funcionan entre 125 y 134 kHz, son ideales para usos de corto alcance (hasta 10 cm), como los sistemas de llavero para el control de accesos.
  • Alta frecuencia (HF): Estos chips, que funcionan a 13,56 MHz, tienen un alcance de hasta 1 metro y suelen utilizarse en tarjetas de pago sin contacto.
  • Frecuencia ultraalta (UHF): Con un rango de 300 MHz a 3 GHz, los chips UHF pueden leerse desde distancias de hasta 12 metros, lo que los hace perfectos para la gestión de inventarios y la logística.

Basados en memoria:

  • Memoria de sólo lectura (ROM): Estos chips vienen preprogramados con datos que no se pueden modificar.
  • Memoria regrabable (EEPROM): Permiten modificar o actualizar los datos almacenados, lo que resulta útil en aplicaciones en las que la información debe cambiar con el tiempo.

Aplicaciones de los chips RFID

Los chips RFID están presentes en casi todos los aspectos de nuestra vida cotidiana, desde dispositivos médicos hasta automóviles, ordenadores y smartphones. Además de estos usos, los chips también se encuentran en los sistemas RFID, donde facilitan la identificación, el seguimiento y la gestión de activos en diversas industrias.

En el sector logístico, por ejemplo, las etiquetas RFID permiten un seguimiento preciso y en tiempo real de los productos desde su fabricación hasta la entrega final. Esto reduce errores y pérdidas, mejorando la eficacia en la gestión de inventarios y el control de envíos. En las tiendas, el uso de etiquetas RFID, que incluyen tanto el chip como una antena, facilita la gestión del inventario, permite un seguimiento detallado de los productos y agiliza los procesos de pago mediante pagos rápidos y sin contacto. Además, en periodos en los que es clave abastecerse de los principales artículos, permite saber exactamente cuántos productos hay en cada tienda y en los almacenes, y evitar así las roturas de stock.

Otro caso de uso de las etiquetas es en bibliotecas. Con ellas se puede gestionar el préstamo y devolución de libros de forma más rápida y eficaz, lo que optimiza el inventario y reduce los errores en el registro de ejemplares.

En supermercados y tiendas de alimentación, las etiquetas RFID agilizan el control del inventario y mejoran la eficacia de la gestión de la fecha de caducidad, lo que ayuda a evitar desperdicios y optimizar la rotación de productos.

Los casos de uso en los que se puede aplicar la RFID son infinitos, ya que pueden automatizar el seguimiento de los productos y reducir la necesidad de intervención manual.

La RFID representa una tecnología revolucionaria para las industrias que dependen de un seguimiento, una gestión de inventario y una recopilación de datos precisos y eficientes. Al permitir la comunicación sin contacto y almacenar información valiosa sobre los productos, los sistemas RFID reducen significativamente los errores, agilizan las operaciones y mejoran la productividad. Desde el comercio minorista hasta la logística, la adopción de RFID mejora la gestión de recursos y la experiencia del cliente.